Fui una niña chillona—lloraba por todo, a menudo molestando a mis padres, especialmente a mi papá. Cuando tenía tres años, me puse unas botas rositas que miré en la tienda y me negué a quitármelas hasta que mi papá aceptó comprármelas. En otra ocasión, mientras estábamos de compras, mire una muñeca que me gustó mucho—haciendo memoria, era una muñeca fea, pero llore en la tienda hasta que mi papá se rindió y me la compro. Independientemente, yo siempre supe que mi papá me amaba, bueno eso es lo que pensaba. Hasta que un día mis padres y yo fuimos a México, y mi papá no regreso.
El primer día de regreso en casa sin mi papá se sintió surreal. Yo me daba cuenta de que mi mamá estaba triste, aunque hizo un gran trabajo ocultándolo de mí. Incluso con solo cuatro años, yo sabía que algo no estaba bien.
Tal vez era que mi pájaro voló lejos ese día, o tal vez fue que mi perro, Oso se escapó esa misma tarde. O tal vez era simplemente el hecho que mi papá ya no estaba presente para cuidarme y yo no sabía cuándo lo volvería a ver.
Recuerdo haberle preguntado a mi mamá, ¿porque todos me estaban abandonando, era mi culpa? Esa parecía la única explicación lógica por la cual mi papá no había regresado. Probablemente yo había llorado tanto que finalmente decidió que tuvo suficiente de mí.
Lo miré en septiembre del 2007 y no lo volví a ver hasta enero del próximo año. Mis primos se burlaban de mí todo el tiempo, diciéndome que no tenía papá y que me había abandonado.
Mi mamá se tuvo que sentar conmigo y explicarme que no me abandono, y que, si no estaba ahí con nosotros, era porque estaba fuera de su control. Mi mamá le tuvo que explicar a su hija de cuatro años que mi papá había sido deportado y que no tenía permitido regresar a EE.UU. por los próximos 10 años.
Mi papá había estado en EE.UU. por 10 años antes de ser deportado. Él trabajaba en la agricultura, pagaba sus impuestos y lo más importante, hizo lo mejor para darnos a mi mamá y a mí una vida mejor. Él había aplicado por su green card en septiembre del 2006. En septiembre del 2007 se le negó y no se le permitió el regreso a EE.UU.
Como otros inmigrantes que vienen a EE.UU., mi papá vino a este país a ayudar a sus padres, los cual tuvo que dejar atrás en México. Se supone que este país es el país de oportunidades, el país donde los sueños se vuelven realidad, pero ¿lo sigue siendo? ¿alguna vez lo fue?
Ningún niño está preparado para dejar atrás la única vida que conocen y ningún padre está listo para dejar atrás todo lo que construyeron.
Los resultados de esta temporada electoral es algo que temía. Sabiendo que uno de los candidatos es un delincuente convicto, pero siempre llama a las personas trabajadoras que vinieron a este país criminales.
Cuando escucho a Donald Trump decir, “El primer día, voy a lanzar el programa de deportación más grande en la historia americana para sacar a criminales”, me hace cuestionar como él no se da cuenta de que el mismo es un criminal y que él no es mejor que nadie solo por ses un hombre blanco americano.
No hay suficientes palabras en el mundo para describir como yo, una persona que sufrió de una experiencia tan traumática de tener un padre deportado a una edad tan joven, me siento con el hecho de que esta experiencia es la realidad para millones de niños, y que Trump tiene el poder de hacerlo la realidad de millones de niños más en EE.UU.
Lo que me asqueo más, fue enterarme de que mi propia gente, votantes de la comunidad Hispana y Latina, habían votado por un candidato tan abiertamente racista. A esos hispanos y latinos que votaron por Trump, les quiero recordar que no son mejor que nadie. Darle la espalda a su propia comunidad no los hace diferente, ni les da algún privilegio. Votar por Trump no cambia de dónde vienen o quienes son.
Tengo el privilegió de haber nacido en EE.UU. y crecer como la hija mayor de dos trabajadores agricultores. Las personas que siempre me han dicho que siga mis sueños sin importar que tan grandes parecieran, de no rendirme sin importar lo que digan los demás, porque nada es tan grande para poderlo lograr. Ellos siempre me dijeron que, si quería hacer algo, que tenía que trabajar duro para eso. Hoy asisto la universidad gracias a todos los sacrificios que mis padres han hecho a lo largo de sus vidas, con la esperanza de darme un mejor futuro.
Espero que ni uno de ustedes tengan que pasar por algo similar a lo que yo he pasado. Pero para aquellos que han tenido experiencias similares, sepan que no están solos y que siempre hay alguien que está dispuesto a escuchar.